La
vocación del seglar carmelita es contemplativa, laica y
apostólica. Este es el apostolado que estamos llamados a vivir
en el mundo, en la comunidad de la propia familia en muchos de los
casos o en un estado de vida de soltero y somos llamados a formar
comunidades con otros seglares quienes tienen la misma vocación
Carmelita. Esto es el apostolado que en todos los sentidos que el
Concilio Vaticano II y el Papa Juan Pablo II han enfatizado en los
documentos. Apostolicam Actuositatem y Chistifideles Laici. La
vocación a ser Carmelita depende de el llamado personal a la
santidad, la cual comienza con el ejercicio apostólico en el
mundo (P. Aloysius D., OCD).
Los elementos esenciales del carisma y de la espiritualidad del Carmelo Teresiano son:
·
Vivir en obsequio de Jesucristo, apoyándose en la
imitación y el patrocinio de la santísima Virgen, cuya
forma de vida constituye para el Carmelo un modelo de
configuración a Cristo;
·Buscar la “misteriosa unión con
Dios” por el camino de la contemplación y de la
actividad apostólica indisolublemente hermanadas al servicio de
la Iglesia;
·Dar una importancia particular a la oración que,
alimentada con la escucha de la Palabra de Dios y la liturgia, pueda
conducir al trato de amistad con Dios, no sólo cuando oramos,
sino cuando vivimos.
·Nos comprometemos en esta vida de oración, que se ha de
nutrir con la fe, la esperanza y sobre todo con de la caridad para
vivir en la presencia y el misterio de Dios vivo;
·Penetrar de celo apostólico la oración y la vida en un clima de fraternidad humana y cristiana;
·Vivir la abnegación evangélica desde una perspectiva teologal.
De este carisma y espiritualidad surge un nuevo tipo de servicio
apostólico peculiar al que se debería dar prioridad: el
apostolado o la pastoral de la espiritualidad. Abierto a las
necesidades de la Iglesia y a los desafíos del mundo de hoy, hay
que dar el primer lugar a este servicio apostólico. Esta es la
forma concreta de ofrecer, en la corresponsabilidad con la vida
consagrada, una colaboración más eficaz a la Iglesia a
partir de nuestra identidad carmelitano-teresiana.
Estamos llamados a ofrecer a las Iglesias locales y a nivel de la
Iglesia universal, una colaboración específica a
semejanza de la de los frailes y monjas del Carmelo Teresiano:
testimoniar y transmitir las riquezas de la experiencia de Dios y de la
vida de oración como apertura a la trascendencia, fuente de
esperanza y de compromiso, terreno de diálogo con las
confesiones cristianas y con las grandes religiones (P. Camilo Maccise,
Prepósito General OCD)
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